Me despertaba en una cama muy cómoda con un cubrecama muy acolchonado. La habitación estaba casi vacía y era muy blanca, amplia y luminosa. Había alquilado una habitación en un departamento compartido. El departamento era muy grande y tenía muchos rincones para sentarse a pensar. Era todo blanco, lindo, plácido y lento.
Me venían a visitar amigos y me decían “qué linda es tu nueva casa”. Y yo les mostraba las habitaciones y las plantas y los gatos que vivían en la casa, y abría las cortinas.
Les explicaba que era el mismo departamento en el que nos habíamos hospedado en Montevideo pero que las obras habían terminado y había quedado más grande y más luminoso, y que se podían volver a usar las habitaciones que estaban cerradas durante la obra.
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