7/6/10

Retorno a Venecia

Estaba yendo a la casa de Javier por otro camino. De repente descubrí un pasaje que conocía. Era un pasaje veneciano, con agua y vaporettos, y esos típicos edificios antiguos! El hallazgo era genial porque tenía que volver a trabajar en Venecia y tenía que volver a mudarme a esa ciudad.

Tras un tiempo, finalmente comenzó mi segunda estadía en Venecia. Me quedaba en la casa de Javier durante el mes que duraría el trabajo. Estaba contenta porque ahorrarme el alquiler me permitía ahorrar plata, y porque también me había ahorrado el pasaje aéreo. Él estaba muy ocupado: pasaba los días afuera de su casa y a veces no volvía por varios días. Yo me esforzaba en mantener la casa limpia y en que hubiera buena comida para cuando él volviera.

Un día, después de salir de trabajar, me dirigí a un mueble de lockers que había en la calle veneciana, saqué mi llave y abrí mi casillero. Adentro habían muchas frascos con conservas deliciosas: salmón, camarones, tomates secos… había también quesos y aceitunas. Agarré los mejores frascos para llevar a la casa y comer con Javier. De repente, escuché las voces de un grupo de muchachos que me gritaban porque querían comerse mis conservas. Me insultaban aludiendo a mis “privilegios” por tener esos frascos caros. A mí me parecía una tontería lo que decían porque mi situación financiera era bastante mala, y los invité a comer con nosotros para que probaran las conservas. Eso los tranquilizó y se mostraron agradecidos.

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